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Mensaje del 08 de Diciembre de 2006

Quiero que entiendan algo más de la Misericordia de Mi Hijo, por eso los invito a esto que podría ser una hermosa oración.

Mensaje del 08 de Diciembre de 2006

Habla Artemio:

08 de Diciembre.

Es el día del Inmaculado Corazón de María.

Dice María:

Quiero que entiendan algo más de la Misericordia de Mi Hijo, por eso los invito a esto que podría ser una hermosa oración.

Señor de la Misericordia, ustedes dicen conmigo ¿verdad?.
Señor de la Misericordia, quiero ofrecerte en este día en que comienza la historia de la salvación del hombre, quiero darte, ofrecerte, servirte, todo aquello que no hice pero que tal vez debí hacerlo, pero aunque no debía hacerlo lo mismo se convierte en oración.
Te ofrezco Señor todos los días de mi vida que no estuve contigo, las palabras que no te dije, las oraciones que no pronuncié, mis manos que no tocaron tus llagas, mi dolor que no fue mucho.
Te ofrezco todas las veces que seguí el camino de la cruz pero no lo seguí, caí tantas veces, millones de veces más que las que caíste vos Señor y no lo lamenté.
Te ofrezco todo este cuerpo que al sufrir nunca lo comparé con el tuyo.
Te doy Señor las veces que no me miré desnudo ante el espejo porque tal vez me avergonzaba de aquello que vos no te avergonzaste en crear.
Me lastima: el agua que pasó por mi cuerpo al bañarme y no pensé que era como un bautismo tuyo; las veces que no te miré, los días que estuviste ausente de mi vida por mi culpa, los ratos de ocios que no te ofrecí, los dolores que no aguanté en silencio, la sangre que derramé y no pensé que también vos derramaste tanto o más que Yo siendo el Hijo de Dios.
Te ofrezco todos los amaneceres que empecé sin tener tu nombre en mis labios, los atardeceres que viví viendo hondear los trigales de Noviembre y no pensé que era tu mies, las espigas que no acaricié, el no acostarme sobre la Tierra al lado de los trigales porque no entendí, los días de niño que no fui niño, los cumpleaños que no tuve, los días que malquisté, el agua fresca que no bebí y el aire puro con que podía llenar mis pulmones.
Señor, te ofrezco todo esos años de inconsciencia de la niñez cuando al vivir en un mundo de Ángeles no los valoré.
Señor Jesús, tu Mamá me está enseñando a apelar a tu Misericordia diciéndote todo lo que digo.
La inmensa laguna que no disfruté, los baños que en ella no me di, las puestas de sol que encendían las aguas en mil soles y yo no disfruté, los sauces llorones que dejaban mojar su cabellera con los suaves movimientos de la brisa y yo no vi.
Las hambres de vos Señor que tuve tantas veces y no dejé satisfecha, la vieja casa que ya es un recuerdo y yo no disfruté, la inmensa galería con baldosas rojas resquebrajadas que yo no reparé, el zaguán largo que dividía en dos la casa donde mi madre planchaba o zurcía y que no valoré.
Las rejas de hierro gruesas y pesadas que protegían de posibles malhechores y que no vi su seguridad, que no vi la seguridad que me daban en las largas noches donde los perros ladraban o aullaban y que yo no oí, la luz mortecina de la lámpara querosén que no valoré su luz.

Habla Artemio:

Madre, vos me estás dictando tantas cosas de mi vida.

Dice María:


Sí Mi querido, te estoy enseñando los caminos de la Misericordia y lo hago en este día 8 de Diciembre.

Los años que pasé con noches negras y miedos permanentes que apenas si comenté. Las largas hileras de hombres que venían a buscar su sustento y yo los miraba pero no los vi.
Esa tierra negra llena de humus que hacía crecer las plantas en forma descomunal y yo no saboreé, las veces que pude poner un poco de tierra en mi boca y sentir su gusto para ver si ya era tiempo de la siembra y no lo hice.
Las plantitas de la quinta grande donde crecían tantas hortalizas pero que no cuidé de los pájaros que se alimentaban de las plantitas recién nacidas.
Mi querido, te estoy haciendo descubrir esos mundos inmensos en los que viviste y que ahora la Misericordia de Mi Hijo aprovecha, utiliza para la redención de los hombres que no traté, de las visitas de las que me escabullí, de las grandes reuniones familiares que no disfruté, del cariño torpe y terrible de aquellos parientes que menospreciaban la vida y en ese momento yo no reparé, las manos de niño que no eran hábiles pero que tampoco las esforcé.
Las lecciones en la Escuela que sistemáticamente no quise aprender, esas matemáticas que siempre odié y esas historias de próceres y otros que nunca acepté por su doble mensaje. Los maestros que no supe comprender, su poco alcance, su mente ruda y chata y su voz queriendo siempre la eficacia y que yo nunca acepté.
Las veces que pisé la escarcha fría y no me saqué el calzado y las mañanas de invierno que en lugar de disfrutar del frío penetrante yo no quise aprovecharlas, las ignoré.

Sigue hijo Mío, sigue, sigue todo lo que te estoy dictando porque Mi Hijo convierte en multitudes, sana los enfermos, expulsa los demonios y resucita a los muertos que andan por el mundo sin sepultura y que yo no vi.

Aquella pequeña jaula de varillas de colores traspasada por alambre para poner el canario que no oí, las veces que no le hablé, el canto que frustré.
Todo ese mundo de Ángeles, de Arcángeles, de Querubines que venían a jugar conmigo y Yo no aproveché.
Todo ese mundo de mi Madre, la Virgen, de Jesús, el Espíritu Santo, que yo no valoré lo suficiente, los sueños que tuve de todos ellos que nunca conté, el mundo de colores que veía diariamente y nunca pinté.
Viví así, pero no sé si viví, amé de acuerdo a los tiempos y a las circunstancias pero no sé con qué profundidad. Todo ese mundo maravilloso de seres para mi extraño que nunca asumí totalmente.
El sentarme por las tardes y ver llegar los animales del campo para saciar su sed con su mirada casi humana que yo no entendí.

Sigue hijo Mío, sigue diciendo, sigue. Yo sé que exagerás al decir, te hago exagerar al decir porque cuando las cosas se miden a la Luz de la Misericordia hay que hacerlas finitas para que se vuelvan infinitas, hay que hacerlas precarias para que se vuelvan útiles, hay que hacerlas contingentes para que sean necesarias, hay que hacerlas opacas para que brillen, hay que ignorarlas para ratificarlas aún más.

Sigue hijo, sigue. Te estoy enseñando esta hermosa oración descubriendo la Misericordia.

Los pasos correctos que no di, las contestaciones torpes que no mezquiné, las cuestiones insólitas que dejé pasar como normales, los golpes fuertes que no retribuí, las cosas dañinas que no elevé, toda una vida llena de cosas hermosas que nunca valoré, una obra gigante y extraña, inédita y repleta de amor que yo considero nada.
Los hombres que salvé y yo no me di cuenta, la vida que no mezquiné, las ideas que guiaron siempre mi quehacer cotidiano pero que nunca comenté y al pasar el tiempo, miro hacia atrás y veo que está lleno de cosas, maravillosas y hasta sublimes pero que yo no le doy importancia porque nunca se la di, porque nunca trabajé para mí, porque nunca busqué elogios, porque guardé silencio en las ofensas, pero cuántas cosas pude hacer y no hice, cuánto pude mirar pero no vi, cuánto enseñé pero sé contar hasta diez nada más.
Los elogios que recibí, que no tuve en cuenta, los premios que me otorgaron pero los almacené sin pena ni gloria. Las bellezas que almacené en fotografías y film a lo largo de los años y que después no miré, tantas maravillas que no destapé para no recordar. Cuántos click en las máquinas fotográficas que nunca ofrecí ni reparé, a cuántos hice felices con unas fotografías que les tomé y ya no recuerdo, ya no sé.
Cada paisaje bello que podría, que podía aprisionar en un film nunca lo disfruté ya que al ser para otro no era para mí.
Todos los regalos que recibí, de la vida, de Dios y de los hombres, pero que nunca me llenaron.
Miro todos los años gastados por los hermanos pero nunca disfruté.

Habla Artemio:

Te pregunto Madre: ¿es legítimo vivir así?, donde todas las cosas del mundo pasan y aunque sean maravillosas no dejan ninguna huella.

Dice María:

Hijo Mío, sembrar en la vida, decir las palabras que hace tanto dije en este día: “he aquí la esclava del Señor, hágase en Mí según tu palabra”, es mejor así, vivir sin sentir, amar sin esperar, sonreír sin obtener la respuesta y alegrarse sólo para alimentar el alma, todo es muy bueno pero para la vida mística todo se vuelve paja… (se terminó la cinta) ….

Porque todo lo maravilloso que el hombre puede hacer puede mirarse en muchos planos y desde distintas perspectivas, pero cuando el hombre es atrapado por el Señor ya nada le conforma, nada le parece que hizo, nada le importa, nada tiene valor, nada excepto el decir en lo más silencioso y oscuro de la noche: Señor mío y Dios mío, Señor mío y Dios mío, Señor mío y Dios mío.

Fundación Jesús de la Misericordia y Corazón Inmaculado de María  |  Aprobada por Res. 139 A - Gob.de Córdoba – Sec. De Justicia – Dir.de Ins.de Pers.Jur.  |  Dirección: 9 de Julio 1162  |  Teléfono: 03537 – 431197 - 2553  |  Justiniano Posse – (Cba.)

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