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Mensaje del 06 de Diciembre de 2006

Cuánto me gusta hacer las cosas que parecen imposibles.
Mensaje del 06 de Diciembre de 2006

Habla Artemio:

06 de Diciembre.

Dice la Virgen:

Cuánto me gusta hacer las cosas que parecen imposibles.
Cuánto me enamora el agua calma del estanque o el agua tormentosa del mar embravecido.
Cuánto me alegra el ver parir un animal, el ver como su lengua retira los restos que sobran.
Cuánto me alegra cuando veo aparecer la cabecita de los niños cuando la madre los está nombrando.
Cuánto me alegra ayudar a cortar el ombligo porque es el símbolo de empezar una vida nueva, una vida autónoma.
Cuánto me alegro.
Cuánto me alegra el escarabajo y sus tonos azulados, el cien pie con su vertiginosa máquina de hacer pasos.
Cuánto me alegra las flores en los jardines de tierra abonada y cuánto me alegran las flores que nacen en el campo o a orillas del camino y se protegen con la pequeña sombra que le da el poste de un alambrado.
Cuánto me alegra la espiritualidad del pino cuando invade despacio y parece que nadie podría moverlo jamás.
Cuánto me alegra la dureza de la madera de los árboles que servirán para escalar las alturas y dar oxígeno al aire para los hombres y también sus troncos servirán para cunas o ataúdes.
Cuánto me alegra ver la vida que es invisible a los ojos de los hombres.
Cuánto me alegra seguir el camino de la baba del caracol y encontrarme con el caracol para ver como se arrastra.
Cuánto me alegra.
Cuánto me alegra los niños que juegan, los padres que los miran, los vecinos que se acercan.
Cuánto me alegra entrar en las Escuelas y ver que los niños crecen allí a pesar de todo y a pesar de que quien los dirige no está a la altura de su condición.
Cuánto me alegra ver aquellos que en las Escuelas están a la altura de su condición de enseñantes.
Cuánto me alegra, cuánto.
Cuánto me alegra observar el cúmulo de tierra de los hormigueros y ver cuánto amor han puesto para edificar esa casa fugaz que la lluvia o el viento destruyen y que ellos vuelven otra vez a edificar.
Cuánto me alegra ver los pequeños y los grandes animales.
Cuánto me alegran ver los ojos tristes de aquellos que tienen que matar a algún animal para alimentarse porque las cosas están dadas así.
Cuánto me alegra.
Cuánto me alegra ver la armonía del universo, los astros moviéndose en sus órbitas, las estrellas cambiando de lugar.
Cuánto me alegra entrar en las diversas galaxias para encontrarme con alguien conocido, con alguien que también Mi Hijo y Yo amamos.
Cuánto me alegra surcar los espacios infinitos.
Cuánto me alegra mirar la tierra desde lejos y ver un pequeño puntito marcado en el infinito.
Y cuánto me alegra pensar que solo una mirada de Mi Hijo bastaría para ordenar hasta las cosas más horribles, pero también cuánto me alegra que el hombre tenga libertad para arreglar él las cosas más horribles y cuánto me alegra el mérito del hombre que arregla las cosas más horribles.
Cuánto me alegra, cuánto.
Cuánto me alegra entrar en las entrañas de los peces grandes y de los peces chicos. Me gusta ver cómo funcionan sus organismos.
Me alegra ver la perfección manifestada en esos órganos desde hace milenios y también me alegra la mutación de las especies y la evolución de las especies.
Y cuánto me alegra saber también que allá, en remotas épocas, cómo habrá sido el hombre y cómo es hoy.
Cuánto me alegra, cuánto.
Cuánto me alegra mirar la Trinidad Santa y pensar en ese Dios único pero manifestado en tres personas.
Cuánto me alegra ver la labor de cada una de las personas siendo un Dios único.
Cuánto me alegra ver como el Espíritu Santo penetra todas las cosas y vivifica aún lo muerto y consuela al afligido y restaura lo deshecho y condiciona para el bien sin alterar la libertad de nadie.
Cuánto me alegra pensar en los secretos del Padre.
Cuánto me alegra pensar en el amor entre el Padre y el Hijo y cuánto me alegra ver que eso origina el Espíritu Santo, que es Dios también.
Cuánto me alegra.
Cuánto me alegra tener un cuerpo humano, haberlo tenido, haber paseado por la Tierra.
Cuánto me alegra la elección que hizo en Mí el Señor, sin alterar en nada Mi cuerpo.
Cuánto me alegra los días que pasé con Mi Hijo, los días que soñaba a pesar de que había a lo lejos una sentencia de muerte.
Cuánto me alegra revivir la niñez de Mi Hijo, la adolescencia de Él, el despertar a la vida de los afectos.
Cuánto me alegra verlo partir a lejanas tierras y volver a veces tan rápido como solo Él puede hacerlo.
Cuánto me alegra haber sido elegida para darle la vida a Jesús, Mi Hijo.
Cuánto me alegra pensar en la Luz de San Miguel Arcángel encegueciéndome y Yo entendiendo tan poco.
Cuánto me alegra, cuánto me alegra.
Cuánto me alegra cuando vi a José venir a buscarme cuando Yo estaba con Isabel.
Cuánto me alegra.
Cuánto me alegra pensar que me sentaba a la mesa al lado de Isabel cuando ella llevaba en su seno a Juan y Yo a Jesús.
Cuánto me alegra pensar que allí se estaba resolviendo la historia del hombre, la Nueva Alianza, allí se estaba gestando la Nueva Alianza, allí, y las dos comíamos, como come cualquiera de ustedes, pero sentíamos en nuestra panza los golpecitos de los que vendrían al redimir el mundo, el Precursor, el que se adelantaría y Mi Hijo que culminaría.
Cuánto me alegra pensar en esas cosas.
En la comida que preparábamos juntas, las sonrisas que intercambiábamos mientras apoyamos nuestra mano izquierda sobre la panza y con la derecha revolvíamos las comidas que estábamos haciendo. Las dos nos mirábamos y sonreíamos, las dos nos mirábamos y entendíamos, las dos sabíamos que éramos elegidas del Señor y las dos también sabíamos que aquella expresión: “hágase en Mí según tu palabra”, hacía crecer en nuestra panza el futuro de los hombres.
Cuánto me alegra, cuánto me alegra.

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