Mensaje del 26 de Diciembre de 2003

Habla Artemio:

Hoy es 26 de Diciembre de 2003.

Dice Jesús:

Es cierto, Yo comparto con ustedes la alegría de que este Santo Sacerdote se haya ido de aquí, como quien dice sintiendo que su vida fue justificada y fue tan menospreciado en montones de oportunidades y tenía él que enterarse de alguna forma cuánto le amo, por eso en un primer momento le parecía que era mucho para él. Bienaventurado este Sacerdote y bienaventurado todos aquellos que como él tienen la valentía de jugarse totalmente por lo que creen que es la verdad, no son tantos los ejemplos Mis queridos, no son tantos los ejemplos.

Es por eso que vos dijiste: tal vez es la Navidad más hermosa que pasé en mi vida, y es cierto, porque sentiste en lo más íntimo de tu ser que se había hecho justicia y que en apariencia la justicia se demora pero llega; es decir no es que se demore, es que son los tiempos diferentes. Eso también indica que puede servir para otro por eso lo digo, que tu Navidad fue junto a la Mía, porque Yo estuve de 23:10 a 00:10 aquí y podías haber añorado tu familia, cosas de la niñez, de la juventud y muchas cosas pero el cristiano cuando ha internalizado plenamente lo que es el amor por el hermano es como decía el Padre: vive siempre en un estado sobrenatural, es muy cierto lo que él dijo.

No es que el hombre se asome a lo sobrenatural, llega un momento en que todo lo que le pasa diariamente se vuelve sobrenatural, porque la gracia, el estado de gracia hace que uno esté dentro del plano sobrenatural, tal vez alguno encuentre algún argumento para contradecirme en esto pero corre por su cuenta.

Sí, han sido y son días realmente maravillosos, donde la gracia no abundó sino que sobreabundó y para decirlo mejor, ocurría un milagro detrás del otro, no solo aquí sino en montones de lugares, en montones de lugares. Por eso Mis queridos, cuando saben incluso siguiendo la palabra del Evangelio de hoy, cuando ustedes saben que están cerca del Señor, estén tranquilos y contentos porque si Yo estoy con ustedes de qué podrían tener miedo, qué puede preocuparles.

Y para terminar este momento, porque tal vez seguimos después, Yo les bendigo a todos y los cubro con Mi Preciosísima Sangre, todo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.