Mensaje del 12 de Diciembre de 2003
Habla Artemio:
Hoy es tanto como 12, hoy es una festividad de la Virgen, que es Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América ¿eh?, que maravilla, esta semana tuvimos con esta, tres festividades de María y mañana sábado como todo sábado también la festividad de tu mamá, Patrona de América.
Dice Jesús:
Recién, en el Evangelio de San Juan leíste en que: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
Les aconsejo meditar largamente el Evangelio de San Juan, también los otros por supuesto, pero teniendo en cuenta que cada evangelista lo escribió para personas determinadas, en el sentido de judíos, griegos, romanos; realmente Juan, Mi Discípulo amado, es el más teólogo de los tres, por supuesto que los cuatro son pero insisto, insisto en que hay que pensar mucho en el Evangelio de San Juan ¿eh?, por supuesto que los otros también, mucho.
Es tan claro lo que dice Juan, cuando aclara plenamente que Él vino, es decir “Yo vine para que todos se salven y nada ni nadie se pierda”. Por ahí me parece que cuando veo a aquellos que administran Mis cosas, no sé por qué lo harán pero parecería como si no les cae tan bien esto de que Yo vine para que todos se salven, y Yo tengo que decirlo, sin medias vueltas ¿eh?, todo lo referente al tema de la Misericordia, todo lo relativo a la Misericordia parecería que no, no cuaja mucho, en los que dicen llevar Mi palabra, es decir los seres consagrados, digámoslo directamente porque dentro de todos hay algunos que no tendrán por qué darse por aludidos pero otros sí.
El tema de de la Misericordia, bueno digo así tema, la actitud constante de la Misericordia, parecería como si no se hubiera entendido, porque nunca podrían aplicar lo que recién leyeron que: “un mandamiento nuevo les doy, que se amen unos a otros como Yo los he amado” y Mis queridos, ya sé que el mundo tiene que marchar muchos siglos todavía para tomar conciencia de todo pero ya podrían entender si quiera algo de todo el amor del que Yo les hablo y siguen pasando los tiempos, dos mil años han pasado ya, ¿y?. Cada uno parecería trabajar para sus propios intereses personales y lo peor es que la mayoría de las veces dicen que trabajan para Mí, no, no, quiero entender pero no puedo.
Mis queridos, dejen cuando me tengan en sus manos, como cuerpo y sangre, o bien cuando Yo entro en ustedes, déjenme que les hable, déjenme que les ilumine, tienen que darme lugar para que Yo pueda manifestarme en ustedes, no puede ser solamente un acto ritual. Ustedes han visto que desde el primer día, hace casi diez años aquí ¿eh?, Yo siempre insistí sobre lo mismo, que venía a traer los Mensajes de la Misericordia, que ya le había dado en la década del ’30 a Santa Faustina.
Ustedes no pueden ya negarse a entender los alcances de la Misericordia que es el amor obrando, cualquiera diría: el Señor se repite en muchos temas, no, aunque dijera lo mismo, que no es lo mismo, por lo menos con las mismas palabras, las personas están en otro estado asi que ya lo reciben de otra manera, pero seguiré diciendo hasta el cansancio montones de cosas, montones de cosas para que por fin puedan abrirse los corazones a Mi Misericordia.
Mi Mamá está, digamos tanto, tanto, tanto insistiendo en la llama de amor que sale de su Inmaculado Corazón y Yo les insisto tanto en la Misericordia, pero no me escuchan ni escuchan a Mi Madre y andan por el mundo tropezando, cayéndose y vuelta a tropezar y vuelta a caer, no porque Yo les ponga piedras, no, porque ustedes mismos se fabrican, los seres humanos, los problemas, ustedes los fabrican los problemas, con aquellos problemas que después tropiezan y caen y Yo sigo diciendo y ustedes siguen sin escuchar, pero a esta altura de los tiempos y en cualquier momento quién puede dudar que el amor lo soluciona todo pero, no es que no vea amor pero, pero es con cuenta gotas Mis queridos, así no.
Ahí donde viene uno y hace diez, pongan más amor que él y harán un montón, les parece que aquellas palabras del Evangelio ya están un poco viejas y que ustedes ya la han procesado lo suficiente pero cada día cuando oscurece, Yo no tengo dónde reclinar Mi cabeza; ustedes dirán: Señor, lo dijiste tantas veces ya, y lo voy a seguir diciendo tantas veces más. Pero fíjense Mis queridos que, normalmente los que dicen querer ayudarme y llevar Mi palabra, en general son los que menos lo hacen y no solamente sino que no dejan que los demás hagan, pues bien si no lo hacen déjenlo hacer a los demás. Declaraciones escritas y declaraciones habladas de todo tipo y en todos los idiomas hay muchas pero en la práctica no.
Qué es lo que pasa en el corazón del hombre que no puede abrirse para dejarme entrar, cuando digo el hombre digo en general, pero cada uno sabe hasta qué punto no me dejar entrar y cada uno sabe hasta qué punto es un obstáculo para que Mi amor entre en el corazón de los demás.
Yo les digo Mis queridos, si ustedes tomaran conciencia de lo que es ser un obstáculo para que lo demás abran su corazón para que Yo entre, si ustedes supieran que terrible es ser obstáculo, es ser impedimento para que los demás puedan abrirme su corazón.
Por ahí alguien se toma demasiado a pecho lo que Yo digo y se pasa a otro extremo, que tampoco es el que conviene, cuántas organizaciones hay, cuántas cosas hacen, todos siempre reuniéndose en Mi nombre, y repiten con tanta confianza lo que Yo dije: “allí donde hay dos o más reunidos en Mi nombre Yo estaré entre ellos”, pero ¿en Mi nombre se reúnen?, o usan Mi nombre.
Les repito, en Mi nombre se están reuniendo o usan Mi nombre para legalizar, para darle un cariz bueno a las cosas. Mis queridos, Mi Misericordia alcanza para todo, por eso: bienaventurados aquellos que han entendido Mis palabras y la disfrutan en su corazón, bienaventurados porque todos aquellos que dicen tenerme pero no me tienen darían toda una vida por un momento de lo que vive el corazón que me tiene, darían toda una vida.
“¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a tus profetas y a tus sabios, cuándo reaccionarán y escucharán a vuestros profetas”. Cuánto dolor hay en esta expresión: “¡Jerusalén, Jerusalén!, ¡Jerusalén, Jerusalén!”.
Dice la Madre:
Has repetido hasta el cansancio durante esta semana todas las festividades que hay referidas a Mí y me alegra mucho, que belleza se ve en todos aquellos corazones marianos.
Si ustedes supieran, les repito, como les dije tantas veces, la maravilla que es en la Tierra y en los Cielos cuando ustedes dicen solamente: Inmaculado Corazón de María, bueno si agregan: ruega por nosotros o lo que sea, mejor todavía, pero solamente con decir eso, ya es suficiente, para que la Tierra y los Cielos se conmuevan.
Inmaculado Corazón de María, claro no es cuestión de decirlo así nomás, es cuestión de por supuesto de tener una actitud de amor muy grande ¿no?, qué hermoso cuando Yo siento que Mis hijos a lo largo del día se acuerdan de Mí, se acuerdan porque saben que Yo soy Co Redentora con Mi Hijo, que soy Reina y Madre de todo lo creado y que soy Mediadora de todas las Gracias, pero sobre todo se acuerdan de Mí porque me aman Mis queridos y eso es lo que me llena de felicidad.
Si supieran ustedes la alegría que hay en el Cielo cuando un corazón amable y generoso dice Mi nombre, es muy simple Mis queridos entender esto: “el Verbo se hizo carne y habitó entre los hombres”, se hizo carne en Mí, es decir el Padre cumple lo prometido en Mí para que de Mí nazca su Hijo y Dios mismo.
Entonces no, ustedes piensen muy bien, no es que sea como una especie de ceremonia nada más pensar en la Virgen María, no, están trayendo o haciendo presente la redención del hombre, “y el Verbo se hizo carne y habitó entre los hombres”, en Mi seno Mis queridos, en Mi seno, entonces cada vez que dicen Inmaculado Corazón de María piensen, piensen, se están refiriendo a toda la historia de la salvación, porque en ese, en esa expresión está implícito todo.
Sepan que los amo, les amo profundamente.
Esta hija Mía, que viene de muy lejos, cuyo nombre empieza con G., está hija Mía ha tenida muchas manifestaciones Mías ya pero como ella decía: no conviene que lo consulte con nadie, los hombres están demasiado ocupados en sus cosas, lamentablemente, para ocuparse de las cosas de la Madre de Dios, pero lentamente, de a poco hay que decirlo o mostrar cosas, porque ustedes antes lo decían, los testimonios son muy importantes a los ojos del Señor y los Míos también.
Esta hija Mía, que vive allá cerca de las montañas, ha venido hasta la pampa gringa y entonces es normal que Yo le diga cosas ¿no es cierto?, se las digo siempre donde está pero, es como si le dijera: te amo Mi querida y cuando vayas a tu tierra, decile a tus compañeros, a tus amigas, pero no importa si te escuchan o no, vos decile: la Madre de Dios y Dios mismo me habló y me dice que me bendice muy especialmente, que me ha dado muchas cosas ya y que además les manda a ustedes muchos cariños, muchos afectos y que no se olviden nunca de su Inmaculado Corazón, sí.
Hija Mía, llevá ese mensaje a toda aquella gente que me ama y no te preocupes ante aquellos que no me aman, hay tantos que me dicen que me aman pero no, no te preocupes, entre vos y Yo nos entendemos, el resto se da por añadidura, pero no te prives de decirles: la Madre me habló, me dijo muchas cosas lindas, me dijo que tengo tanto que hacer con mis manos y mi corazón, la Madre me ama y también las ama a ustedes y que nunca tengan miedo, nunca, jamás, tengan miedo de nombrarme en voz alta, en cualquier momento y en cualquier lugar que me nombre en voz alta.
Ustedes saben que los Cielos se conmueven cuando me nombran en voz alta o en voz baja también pero parecería que de esa forma muchos más se enteran y no creen que tienen derecho de decir en voz alta cosas sobre la Madre, la Madre de todos y también hay que recordarles a todos que cuando veneran la sangre de Mi Hijo, cuando adoran la sangre de Mi Hijo y se cubren con ella para protegerse de todo mal, que piensen que gran parte de esa sangre es Mía también.
Entonces, llevales Mis mensajes, Mis afectos y a vos te digo que te amo mucho y que te has sanado de todas esas cosas que tuviste porque Yo te necesito para muchas cosas, porque vayas donde vayas, vos llevás Mi Luz.
Y a todos los presentes los amo tiernamente, los amo, pero no por un día o dos sino por toda una eternidad.
No se olviden Mis queridos de eso, ¿ustedes saben lo que es decir toda una eternidad?.
Amén.
Mensaje del 12 de Diciembre de 2003
Es tan claro lo que dice Juan, cuando aclara plenamente que Él vino, es decir “Yo vine para que todos se salven y nada ni nadie se pierda”.