Mensaje del 03 de Diciembre de 2003

Habla Artemio:

Sigue el Mensaje que empezó antes el Señor.

Dice Jesús:

“Gloria a Dios en las alturas y paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad”.

Recién en la palabra leyeron ustedes todo lo referente a la Última Cena, en eso está la esencia de todo y en eso está la esencia de la Eucaristía, es decir de la Santa Misa.

Si bien Yo les comunico a vuestra conciencia todos los días, a cada instante, todo lo que quiero decirles pero en la Eucaristía ustedes comen Mi cuerpo y beben Mi sangre, es por eso que acérquense a la Eucaristía, acérquense siempre que puedan, porque Yo quiero habitar en vuestros corazones siempre pero no olviden que allí recién comienza todo, porque la tarea del cristiano, del que dice: yo soy de Jesús, continua en cada uno de los hermanos y en cada uno del prójimo, es decir en todos.

La Eucaristía tiene valor en la medida en que sigan aquél mensaje que les dije Yo: “ámense unos a otros como Yo los he amado”, entonces entiendan, entiendan en toda la dimensión que se los digo, la base de todo es el amor por los otros, como dijimos en la primer parte: ser todo para los demás sin dejar de ser uno.

Si todo esto no se entiende así no se entiende, tienen que encontrar en cada uno de los que le rodean, lejos o cerca, tienen que encontrarme a Mí, sucio, roto, desprovisto, ignorante, malhechor, Yo me presento con la imagen de cada uno y ustedes serán Míos en la medida en que se amen entre sí tanto como Yo los he amado. Y no hay vuelta de hoja, nadie diga que es de Jesús si no ama a su hermano, tienen que convencerse de eso, no digan que son de Jesús si no están dispuestos a dar la vida por el prójimo, en la medida en que cada uno pueda porque Yo nunca pido más que lo que cada uno puede dar. Ustedes dirán: el Señor está repitiendo cosas que ya sabemos, es que siempre voy a repetir las cosas aquellas que no se cumplen, no porque haya que cumplirlo por obligación sino por la sencilla razón de que lo deben hacer por amor.

Bienaventurados todos aquellos que escuchan estas palabras y las ponen en práctica, dichosos todos aquellos que en este momento, no solo escuchan Mi palabra sino que sienten Mi calor, respiran el mismo aire que Yo respiro y todos los Santos y por supuesto Mi Mamá. Dichosos, porque es posible que en montones de lugares de la Tierra, algunos tal vez darían su vida por estar un momento a Mi lado.

Nadie sabe cuánto tiempo vendré Yo a este lugar, solamente el Padre, Yo y el Espíritu Santo, nadie más, puede ser mucho tiempo como no tanto, nadie lo sabe, pero sí les digo Mis queridos, cada vez que me tienen aquí piensen que están ya disfrutando de la Jerusalén Celestial.

Piensen: aquí está el Señor y pídanme todo lo que necesitan, que si es para vuestro bien lo tendrán, pero al mismo tiempo les digo: que no entorpezcan Mi acción sobre ustedes, porque cuántas veces quiero beneficiarlos con algo y a veces ustedes no lo permiten, porque muchas veces hoy me piden algo y mañana ya no lo quieren.

Dichosos ustedes que pueden sentir Mi calor y el que se esfuerza puede verme y tocarme con sus ojos y tocar a Mi Madre y todos, dichosos ustedes porque vuestros nombres están escritos en el Cielo, es decir que ni bien cierren vuestros ojos aquí en la Tierra, allí estaré Yo esperándolos para decirles: vengan Mis queridos, entren a la Bienaventuranza Eterna, entren a la Jerusalén Celestial, ¿por un tiempo?, noo, por toda una eternidad.

Amén.