Mensaje del 16 de Marzo de 2002

Dice Jesús:

Levántate Lázaro y anda, y Lázaro salió de la tumba y comenzó a caminar.

Así les digo hoy a todos los hombres del mundo. A todos los hombres del mundo que están muertos a la Fe y que no me tienen en cuenta y están preocupados y ocupados en sus cosas.

Hombre de todas las latitudes, levántate y anda.

Esto va dirigido a todos, pero especialmente a quienes por su Fe muerta impiden, impiden que Mi palabra llegue a los demás. ¿Qué satisfacción pueden darles a los hombres el impedir que el amor, Mi amor llegue a los demás?. ¿Es tanta la cerrazón, es tanto el camino que tienen que desandar para aceptarme y dejarme vivir con ustedes? Eso espero hoy. Eso espero de todos los hombres que no me siguen. Por los méritos de Mi pasión, por los méritos de todo lo que han escuchado.

Todo esto es ofrecido en el altar del Padre para que los Lázaros se multipliquen a montones.

Dice Nuestra Madre:

Ya se acerca el tiempo de la cosecha.

Es cierto que alguien siembra, alguien riega, y Dios hace crecer.

Pues bien, en otras oportunidades los que siembran en lo que Yo me refiero generalmente no lo ven en este mundo. Pero en el tercer milenio no es la primera ni la última cosa que cambia. Alguien sembró alguien regó, el Padre hizo crecer y todos miran la cosecha.

Todos aquellos que piensan que lo métodos del Señor se siguen repitiendo por siglos y siglos y milenios ya no, ya no.

Hay una costumbre muy arraigada dentro de la Santa Madre Iglesia, los seres humanos tienen que morir para que después se le tenga en cuenta sus cosas y se hable muy bien de ellos. Es una vieja costumbre cultural pero ya no sirve.

Una vez Santa Teresita y Santa Faustina hablaron de modernos conceptos de la Santidad, y dentro de poco se explayaran sobre el tema. Siempre lo que predomina en las jerarquías locales, regionales y universal es el miedo, el temor, y justamente cuando se está inspirado por el Espíritu Santo, cuando el Espíritu Santo es el fiel aliado de los hombres lo que menos hay que tener es miedo. Tienen temor de usar la libertad, o mejor dicho, de no usar bien la libertad. Es una forma de decirle al Espíritu Santo: vos no sabés administrar tu Iglesia.

Tantas veces lo han dicho, tantas veces se han equivocado, tantas veces se han dado cuenta de que se equivocaron y no se aleccionan. Pero ahora sí, se aleccionen o no, al Espíritu Santo no hay que entorpecerlo y para muchos parece que es una profesión entorpecer la acción del Espíritu Santo.

Dicen y se desdicen, hacen pero en realidad no hacen; mientras centenares, miles y millones esperan una respuesta adecuada y concreta no se les da nada.

Pero todo tiene su fin, y de una vez por todas tendrán que dejar de ofender al Espíritu Santo que también es Dios, para dejarlo pronunciarse, hablar y soplar donde quiere. Y es una pena que no lo dejen soplar donde quiere y si sopla lo niegan.

¡Qué pena! Todas esas cosas apenaron a través del tiempo a Mi Hijo, al Padre, por supuesto al Espíritu Santo y por supuesto que a Mi también.

Empiecen a pensar de otra forma, nada nuevo, sino lo que corresponde, lo que debieron haber pensado muchos, muchos, muchos siglos atrás. Alguna vez tendrá que ser.

Pensar en todo esto ¿eh?.

Cada uno sabrá cómo le ajusta los zapatos, más aún cómo no pueden caminar con los zapatos que llevan puestos, porque están inmóviles.

Los amo, los amo mucho, los amo tiernamente.

Amén.