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Mensaje del 17 de Febrero de 1998

No soy ingenua al creer que con las inmensas oleadas y torrentes de Espíritu Santo que el Padre está derramando sobre la Tierra todo se va a convertir en un vergel, no, no soy ingenua, pero los hombres tienen que pensar aquello que dijo Mi Hijo con claridad: “entre la Ley que es Mi Padre y el orden estoy Yo que soy la Misericordia”.

Mensaje del 17 de Febrero de 1998

Habla Artemio:

Perdón Señor... (se corta la grabación)...

Dice Nuestra Señora:


Es posible que Mis palabras sean interpretadas tal vez como demasiado humanas, lo dije y lo repito: estoy cansada que me digan Nuestra Señora de aquí, Nuestra Señora de más allá, que se multipliquen los Santuarios, que todo el mundo me venere pero ninguno saca su pie de la cabeza de su hermano, estoy cansada. Si Yo midiera la acción que podrían hacer todos aquellos que me visitan en todos los Santuarios del mundo pero no logro entender, aunque sí lo entiendo, no logro entender cómo se puede estar diciéndome: Madre, cuando quien está a mi lado no tiene lo esencial para vivir y yo tengo los medios para procurárselo, no lo puedo entender, aunque sí lo entiendo por supuesto.

No soy ingenua al creer que con las inmensas oleadas y torrentes de Espíritu Santo que el Padre está derramando sobre la Tierra todo se va a convertir en un vergel, no, no soy ingenua, pero los hombres tienen que pensar aquello que dijo Mi Hijo con claridad: “entre la Ley que es Mi Padre y el orden estoy Yo que soy la Misericordia”, entonces la invitación a la conversión debe tener el tamaño del mismo cosmos, porque en primera y última instancia es un problema de conversión. Es decir, dejar de vivir de una manera para empezar a vivir de otra.

Mi Corazón está dolorido, Mi Corazón sangra, Mi Corazón quiere llenar todos los vacíos pero no es cuestión que Yo quiera llenar los vacíos, Yo no puedo vulnerar la libertad del hombre y tampoco habría muchos meritos si Yo les obligara a hacer algo, debe partir de ustedes hombres y mujeres de todas las latitudes para cambiar la realidad.

Dice la Madre Teresa:

Todos los mensajes que fui dando a través del tiempo tengan en cuenta que no hace nada más ni nada menos que ratificar lo que dice Jesús y María. Es decir, yo quiero colaborar seriamente con ellos, en todo esto y como ustedes me conocen ya demasiado bien por toda mi vida en la Tierra y por todas las cosas que yo he hecho a través del tiempo, ustedes saben perfectamente que todo lo que he dicho y lo que estoy diciendo no es nada más que amontonar algún granito de arena a todo lo que dice Jesús y María.

Ellos dijeron que están cansados, ¡yo viví cansada!, viví cansada pero no cansada en mi cuerpo ni cansada de esa forma humana que se entiende, ¡viví cansada de las injusticias terribles que el hombre vivió siempre!. Yo no olvido mi India, pero ya no soy la Madre Teresa de Calcuta, soy la Madre Teresa de todo el mundo y de todos, como ya dije una vez: ¡basta de Madre Teresa de Calcuta!, ¡Madre Teresa a secas, para todos!.

Cuántos lugares he recorrido, cuántos países he visitado, cuántas puertas he golpeado y en cuántas otras me metí sin pedir permiso, pero en todos los casos tenía una misión: luchar por la dignidad del hombre, para que la persona humana pudiera vivir ejerciendo sus plenos derechos, comiendo lo esencial, teniendo medicamentos y viviendo dignamente en todos los órdenes. Pero mi lucha ha sido tan ardua, tan tremenda, tan terrible, que me sentí tantas veces expulsada de la tierra, ¡pero a mí no me importaba un comino!, ni se les ocurra pensar que me importaba. Si alguien me cerraba una puerta, yo seguramente entraba por la otra y si me cerraban la otra, entraba por la ventana y si me cerraban la ventana rompía el vidrio y me metía igual, ¿saben por qué hermanos?, ya otras veces se los dije: cuando alguien está esperando que vos le lleves un pedazo de pan porque hace días que no prueba nada, no solamente rompés los vidrios de las ventanas sino que hasta te pueden crecer alas, ser un pájaro o ser el viento o ser no sé quién para hacer un prodigio y conseguir algo para aquellos que gimen entre la vida y la muerte.

No crean, no crean que soy ingenua pensando que los países son pobres y esto y lo otro, ¡nooo!, no, las riquezas de la tierra son terriblemente abundantes y aquellos que se ingenian tanto para hacer armas y cosas mortíferas ¿por qué no emplean sus fuerzas y su creatividad para sacar alimentos del mar o alimentos no sé dónde, hasta de los mismos desiertos?, porque ustedes saben que los desiertos son feraces y el agua no se filtra. ¡No nos hagamos los tontos!, miremos la realidad tal cual es, ¿saben que lo que cuesta un acorazado de un país muy grande en el mundo?, ¡cuesta tanto como para mantener a todos los leprosos del mundo durante veinte años!.

¡No sean ingenuos y pónganse a razonar!, y si ustedes se ponen a pensar en todo lo que cuestan los submarinos, los barcos, los aviones y todos los elementos, esos que usan los cohetes intercontinentales y todas las cosas, todo el dinero que vale y toda la gente empleada para hacer todo ese tipo de cosas y todo lo que se le paga a esa gente y todo lo que ganan esos países vendiendo esas armas, sumen todo eso y me van a decir que las cosas serían muy diferentes. Pero no es cuestión tampoco aquí de pensar en quién tiene mucho y quién tiene poco, ¡no, no, no!, es una cuestión de actitud y es una actitud de terminar con las estructuras que no sirven. ¿Les gusta la palabra desestructurarse?, a mí sí, no sé a ustedes, ¿les suena peligrosa?, les suena peligrosa porque no creen en Dios lo suficiente sino no les resultaría peligrosa.

Desestructurarse: entrar en una forma distinta de vida, esto contribuye a decir una palabra más de lo que dijo Jesús y lo que dijo María.

Habla Artemio:

Ahora Eduardo Pironio, Cardenal de la Iglesia, que tiene una mano puesta sobre mi espalda como hacía cuando estaba en la Tierra y nos encontrábamos, tenía esa costumbre, poner una mano rodeando la espalda y cuando él sacaba la mano a vos te parecía que había dejado un pedazo de Cielo sobre tus hombros, así era Eduardo Pironio.

Dice Eduardo Pironio:


Yo quiero decirles algunas cosas, no muchas, en dos oportunidades hablé con ustedes ya, el día de mi muerte y otro día más.

Pienso que algunas cosas que dije fueron muy fuertes, otras no lo fueron tanto pero si ustedes escucharon en mi testamento espiritual van a ver que muchas de esas cosas fuertes también las digo allí y después de todo cuándo vamos a perder ese estúpido pudor de autocensurarnos por temor para pedir justicia por todos aquellos que no tienen, no pueden, no quieren, no aman, ¿cuánto?, ¿cuánto tiempo vamos a esperar?. Por supuesto que yo desde donde estoy ahora parecería que puedo hacer más que lo que hacía donde estaba y además me llamó siempre mucho la atención como mi enfermedad avanzó tan rápidamente y ahora que estoy de este lado puedo ver que las atrocidades que yo veía fueron minando mi salud de tal forma en que parecería que mis células ya se negaban a seguir viviendo, como dije el otro día: todos mis últimos años que pudieron ser fructíferos, enormemente viví en un lugar donde nada me recordaba aquello que amé. ¿Y qué es lo que amé?, esta tierra americana que como Nuestra Señora dice: la América irredenta. Yo estaba lejos pero veía por las noches los fantasmas terribles de los que morían de hambre, de los que se pudrían en los calabozos, de aquellos que murieron con los ojos, quedando con los ojos abiertos como asombrados de un mundo tan terrible. Esta América irredenta como dice Nuestra Madre.

Mis palabras el otro día parecen muy duras pero sepan interpretarlas y sepan también que fueron dichas dentro de un contexto y hay que interpretarlas dentro de ese contexto. Yo amé estas pampas inmensas como les dije ya, yo amé los trigales de Noviembre y amé los campos llenos, amarillos, girasoles en flor y amé el basto cielo que llegaba hasta límites inconmensurables pero sobre todo amé a los hombres de esta tierra, de Sur a Norte y de Norte a Sur cuando me tocó desempeñar cargos importantes y ¿saben?, que yo hablaba y hablaba y hablaba y me parecía y tal vez me parecía con razón que estaba hablando en el desierto.

Queda a ustedes pensar si yo hablaba en el desierto o no, les queda a ustedes pensar si todo aquello que rescribí y di a conocer, sobre todo mientras estuve en América, alguna vez se le llevó, se le tuvo presente esas palabras que di, queda a ustedes juzgar mi bien, observen, estudien, vean la realidad y después con una mano en vuestro pecho respóndanse.

Amén.

Fundación Jesús de la Misericordia y Corazón Inmaculado de María  |  Aprobada por Res. 139 A - Gob.de Córdoba – Sec. De Justicia – Dir.de Ins.de Pers.Jur.  |  Dirección: 9 de Julio 1162  |  Teléfono: 03537 – 431197 - 2553  |  Justiniano Posse – (Cba.)

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